¿Por qué desaparecen las abejas?

Las abejas son mucho más importante de lo que pensamos. La producción de alimentos a nivel mundial y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización, un proceso natural que permite que se fecunden las flores y den así frutos y semillas. La lista de cultivos que simplemente no crecerá sin abejas es larga: manzanas, pepinos, brócoli, cebollas, calabazas, zanahorias, almendras … y continúa.
“Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, al hombre le quedarían únicamente cuatro años de vida”. Albert Einstein
Varios son los factores que amenazan a las abejas polinizadoras: la pérdida de hábitats, las prácticas de la agricultura industrializada, como los monocultivos (menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos), el uso de plaguicidas; parásitos y enfermedades; especies vegetales y animales invasoras; y los impactos del cambio climático.
Desde 2006, los apicultores comenzaron a notar que las colmenas tendían a perder de forma repentina su población de abejas adultas.
Se utilizó el término “problema de colapso de colonias” o CCD (en inglés, Colony Collapse Disorder), para referirse a este aparentemente espontáneo abandono de las colmenas por las abejas. En esencia, las abejas desaparecían de la colonia y luego morían en masa.
¿Por qué desaparecen las abejas?
Las abejas han ido abandonando sus colmenas durante siglos, pero la velocidad a la que se han observado tales colapsos comenzaron a aumentar drásticamente en la década de 1970, alcanzando proporciones alarmantes en torno a 2006. Una nueva investigación de la Escuela de Salud Pública de Harvard (Harvard School of Public Health) refuerza la idea de que una cierta clase de insecticidas parece ser el culpable.
Durante un trabajo en conjunto con la Asociación de Apicultores del Condado de Worcester en Massachusetts, los investigadores expusieron a 12 colonias a una dosis subletal de dos tipos de insecticidas neonicotinoides: imidacloprid y clotianidina.
Los neonicotinoides son una clase de insecticidas neuro-activas químicamente relacionados a la nicotina. El desarrollo de esta clase de insecticidas comenzó con el trabajo en la década de 1980 por Shell y la década de 1990 por Bayer. Los neonicotinoides se desarrollaron en gran parte debido a que muestran una toxicidad reducida en comparación con organofosforado utilizado anteriormente. La mayoría de los neonicotinoides muestran mucha menor toxicidad en los mamíferos que los insectos, pero algunos productos de degradación son tóxicos.
Los neonicotinoides son una nueva clase de insecticidas introducidos en los últimos 50 años, y el imidacloprid neonicotinoides está entre los primeros insecticidas más utilizados en el mundo.
Los científicos también observaron seis colonias de control no tratados con el insecticida, en los mismos lugares. El estudio encontró que todas las colonias de abejas se comportaban normalmente durante el verano y el otoño, pero a finales de invierno seis de las doce colmenas expuestas al insecticida habían sido abandonadas. Una de las seis colonias de control también se perdió debido a una infestación por un hongo.
Aunque una muestra de menos de 20 colonias no aclara todas las dudas en el vínculo entre ciertos insecticidas y el CCD, sigue siendo una demostración convincente del impacto potencial de los neonicotinoides en abejas. Un estudio similar realizado en 2012 por algunos de los mismos investigadores, fue testigo de un ritmo mucho más alto en el colapso de colmenas tratadas con los insecticidas, con un abandono del 94 por ciento de las colonias expuestas.
“Hemos demostrado una vez más en este estudio que los neonicotinoides son altamente probable los responsables de desencadenar CCD en colmenas de abejas que estaban sanas antes de la llegada del invierno”, dijo Chensheng (Alex) Lu, el autor principal del Boletín de insectología, mayo 2014.
Los neonicotinoides se utilizan desde el momento de la siembra para evitar que los insectos destruyan los cultivos. Este insecticida es absorvido por las plantas, para transferirse más adelante a las abejas a través del polen.
Pero este insecticida no sólo está afectando a los insectos. En marzo de 2013, la American Bird Conservancy publicó una revisión de 200 estudios sobre los neonicotinoides, que pide la prohibición del uso neonicotinoides en el tratamientos de semillas debido a su toxicidad para las aves, invertebrados acuáticos y la vida silvestre.
Otro estudio realizado en ratas sugiere que los neonicotinoides pueden afectar negativamente a la salud humana, especialmente a el cerebro en desarrollo.
Es imprescindible aplicar soluciones.
El primer paso es prohibir los productos tóxicos para las abejas actualmente en uso, y hacer que la evaluación de riesgos de los plaguicidas sea mucho más estricta. Por otro lado, deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas. Y la solución definitiva es la adopción de la agricultura ecológica como única vía para una producción sostenible.
Este cambio lo pueden iniciar los políticos, apostando por un modelo de agricultura ecológica y legislando en consonancia; los agricultores, cambiando sus prácticas de cultivo; y las empresas, desarrollando líneas de productos y técnicas ecológicas. Y, por supuesto, también personas como nosotros, demandando productos ecológicos.
Al consumir productos ecológicos, locales y de temporada, podemos fomentar un modelo de agricultura que favorece, entre otras cosas, a las abejas y los polinizadores.
Fuentes:
Muy acertada reflexión, ahora más que nunca es necesario proteger y recuperar el hábitat de esta especie.